Hoy se celebran las elecciones que elegirán al presidente número 47 de EEUU. Los electores tienen dos opciones: la candidata demócrata y actual vicepresidenta de los EEUU, Kamala Harris, y el candidato republicano, el expresidente Donald J. Trump.
Probablemente -y a expensas de lo que ocurra mañana y de cómo se acepten los resultados y las consecuencias que de ello deriven (todos tenemos en la retina el asalto al Capitolio de hace 4 años)- estas elecciones pasarán a la historia por haber sustituido a uno de los candidatos, que además era el presidente de Estados Unidos, en plena carrera electoral.
Inicialmente no era Kamala Harris, sino Joe Biden quien encabezaría la candidatura demócrata y optaría por la reelección en esta cita electoral, hasta que un coro de voces, cada vez más numeroso y sonoro, pidió que Biden diese un paso al lado y el partido demócrata buscase, contrarreloj, otra alternativa, decantándose por la opción más previsible y esperada: la vicepresidenta Kamala Harris.
Este proceso nos permite profundizar en uno de los pilares fundamentales de la persuasión, entender su importancia en el mundo de la oratoria y por qué tú deberías prestarle mucha atención.
Pero antes, vamos a contextualizar para poder entenderlo mejor:
El pasado 27 de junio de 2024, EEUU celebró el primer debate en TV entre los dos principales candidatos al a presidencia del país: Joe Biden y Donald Trump.
Tras la conclusión del mismo, corrieron ríos de tinta analizando el encuentro. Lo cual es habitual. Y más en un contexto global marcado por la inmediatez de las redes sociales que promueven la opinión de los usuarios. Lo que no es tan habitual es la práctica unanimidad en cuanto a las conclusiones de ese análisis: Joe Biden no podía ser candidato si los demócratas querían tener alguna oportunidad frente a Donald Trump. Incluso el ‘The New York Times’ pidió en un editorial a Biden que renunciase a ser candidato. A esta situación se llegó tras continuas preocupaciones que fueron aumentando durante meses o incluso años sobre la salud y capacidades mentales y físicas del presidente.
El debate solo fue la gota que colmó el vaso. En esta contienda Biden perdió el hilo y tuvo lapsus en varias ocasiones. Pero, anteriormente todos fuimos testigos de algunos episodios -cada vez parecía que con más frecuencia- como no recordar cuándo había sido vicepresidente (de Barack Obama), ni tan siquiera el año en el que falleció su hijo Beau, combinado ello con continuas caídas y lapsus a la hora de hablar.
Se hablaba, por tanto, al concluir este debate, no sobre medidas políticas o las consecuencias de ellas, o sobre los problemas de EEUU, sino que en mayor medida se hablaba sobre uno de los elementos más importantes de la persuasión, y que debes trabajar en tu día a día: el ethos.
Aristóteles describió cuatro pilares de la persuasión: ethos -credibilidad-, logos -razonamiento-, pathos -emoción- y kairós -oportunidad-. En este artículo de nuestro blog -en el que reflexionamos sobre persuasión, liderazgo y dirección- tenéis analizados en profundidad estos 4 elementos, pero en esta ocasión queremos centrarnos en uno de ellos y, a nuestro juicio, el principal. Dado que si este pilar cae, ninguno de los otros va a tener efecto. Tu reputación, en cierto modo, abre o cierra la puerta de la persuasión.
Con el ethos, Aristóteles se refiere a la propia credibilidad y autoridad del orador, a su reputación, al carácter y comportamiento que adopta. En definitiva, a todo lo relativo a la percepción que el otro tiene del orador. Para persuadir, es fundamental que el receptor crea, confie y conecte con el orador. A día de hoy, es en cierto modo lo que podríamos llamar Marca Personal.
Fran Torreblanca -experto en marketing y premio a la mejor marca personal de España en 2023- define la marca personal como «la huella que dejamos en los demás, sobre todo, cuando no estamos presentes».
Esta marca personal incluye todos los elementos relativos a ti: cualidades personales, profesionales, capacidades, imagen, trato personal, etc. Todo ello influye en la persona a la que te estás dirigiendo y puede facilitar, o bloquear, que tu comunicación resulte más o menos eficaz respecto a la otra persona en cuanto a la aceptación que realice de tus propuestas. Porque como hemos indicado anteriormente, de nada sirve una buena argumentación, un discurso estructurado, emocional, etc. si no se cree en ti como persona.
¿Cómo tratas de convencer a alguien cuando ya las buenas razones no surten efecto? Pues, precisamente, aplicando esta base de la persuasión: “Ey, créeme, que te lo digo yo”. Esta marca personal reforzada, que inspire confianza, credibilidad y capacidad, puede potenciar tu influencia y persuasión.
Y esta diferencia, puede definir que tus propuestas se acepten o no. Que te elijan a ti o a otro candidato. O que en un país se apliquen mejores o peores medidas.
Este, precisamente, ha sido el principal talón de Aquiles del presidente Joe Biden. Y de muchos otros políticos. Así pues, esta es la importancia que tiene tu propia actitud, cualidades y trato, que resultan indispensables en mejorar los resultados de tu comunicacion haciéndote conectar de forma más eficaz con tu audiencia, además de permitirte destacar y diferenciarte. Y el primer paso para trabajar en este aspecto es ser consciente de ello.